Al principio de un color marrón, 2021
Una tarde de noviembre cambié el fondo de pantalla de mi ordenador por una reproducción de El Geógrafo de Vermeer, instalé un programa llamado ArcGIS y aprendí a elaborar mapas de curvas de nivel. Con aquellos mapas construí varias maquetas cerámicas que luego esmalté cuidadosamente. Todas ellas muestran una serie de pueblos del estado español destruídos bajo el agua.
Desplegar la espacialidad de estos lugares generó la oportunidad de explorar la relación entre superfície y profunidad y las tensiones visuales que articulaban esos dos polos. Al mismo tiempo, el correlato político a la destrucción de todos estos espacios, habitados por una comunidad de personas, animales y plantas, suposo una ventana para contraponer una realidad trágica y dolorosa para quienes fueron expulsados de su casa frente a una dimensión del paisaje sustentada en una idea de lo bello y en su mirada contemplativa.