aves de todos los colores inundan el refectorio
en un rincón del cuerpo que yo sitúo más o menos entre
el vientre y la laringe
se amontonan las palabras
—
letanía pacientemente encarnada
—
como un anillo insaciable
o una ventana entreabierta que se inunda de sol
extraña sonrisa
frente a los azulejos verdes de
este edificio en llamas
que se parece al paraíso.
arden las mejillas
y las manos.