en un bazar de las afueras
¿tanta pena,
verdad, mamá?
eran soleadas aquellas tardes
excesivamente anchas
y llenas de fragancia
dejábamos el coche aparcado
con las ventanas
bajadas
y comprábamos tierra y macetas
con las que seguir habitando una casa
que ya no quería más tierra
ni más macetas.