invierno en Grecia
Acariciamos un cuerpo
como invocamos la respiración:
sin saber, dejándonos caer,
así, mira,
sosteniendo el vientre en el anverso del brazo.
Por eso la historia de los cuerpos
es la historia de una caricia infinita
porque antes de decir:
aquí, allí...
la leche caliente acarició nuestras bocas,
los músculos rojos del estómago y todas
las células del cuerpo
porque antes incluso del antes,
toda piel fue bailada
sobre otra piel
como un viento entre
los dedos de la mano.