tapices dieciochescos


podría no hacerlo,
podría olvidar mi sed sobre
la pila de mármol y adentrarme en el
jardín de helechos donde nos amamos
sin la necesidad de insectos ni dioses
-inexistentes por otra parte-
porque el mundo aún es un rumor verde
que no ha inventado otros estados de la materia
ni otros colores, y ni tu piel ni mi piel,
ni nuestras lenguas tienen dimensión
más allá de todo este amasijo
húmedo e infinito